Argumentos
Otello
 
Acto I
Mientras una tormenta azota el puerto de Chipre, los ciudadanos esperan el regreso del gobernador, Otello, un general moro del ejército de Venecia. Cuando su barco es avistado, los chipriotas piden al cielo que la tormenta amaine. Ya seguro en el puerto, Otello proclama la victoria sobre los turcos luego de lo cual ingresa a su castillo. Su lugarteniente, Iago, se enfada pues uno de sus rivales, Cassio, ha sido promovido a capitán, y trama su propio ascenso avivando los deseos secretos de Roderigo, un dandi veneciano, hacia la mujer de Otello, Desdemona. Mientras tanto, los chipriotas se reúnen alrededor de una fogata. Iago, encabezando una canción de brindis fuerza al ebrio Cassio a beber un brindis por Otello y su novia; el lugarteniente luego provoca el enfrentamiento entre Roderigo y el embriagado Cassio. Otello, despertado por el barullo de la pelea, salió furioso a exigir una explicación; Iago simula ignorar las causas de la situación. Mientras Desdemona se une a su marido, éste degrada a Cassio, ordenándole a Iago reestablecer el orden. Otelo y Desdemona, solos, tiernamente recuerdan su noviazgo y se besan tres veces antes de regresar al castillo.
Acto II
En el jardín del castillo, Iago aconseja a Cassio buscar la ayuda de Desdemona para ser disculpado por Otello y recobrar su honra. Cassio se marcha, dejando a Iago quien comienza a describir a su creador, un cruel demonio que le propone ideas malignas. Cuando Otello regresa, el lugarteniente hace algunas insinuaciones sobre la fidelidad de Desdemona mientras la veían en el jardín con Emilia (esposa de Iago) y Cassio; a pesar de ello advierte al general que los sentimientos de celos no son buenos. Mujeres, niños y marineros llevan flores a Desdemona, cuya belleza debilitó las sospechas de Otello, pero cuando ella le propone la rehabilitación de Cassio, el general se vuelve totalmente irritable. Temiendo que su esposo esté enfermo, ella intenta tranquilizarlo colocándole un pañuelo sobre la frente, el cual él arroja al suelo furiosamente. Desdemona, confundida, declara su devoción, mientras Iago furtivamente arrebata el pañuelo de la mano de Emilia, quien lo había recuperado. Cuando la mujer se va, Otello acusa a Iago de destruir su paz mental. Éste responde a la demanda del general corrigiéndole no sólo que él mismo había oído a Cassio murmurar el nombre de Desdemona en sueños sino que también le dijo que había visto en la mano de Cassio el pañuelo de la frutilla bordada que Otello le había dado a su mujer cuando se comprometieron por primera vez. Ayudado por Iago, Otello jura venganza.
Acto III
En la armería, Iago le dice a Otello que se acercaba una prueba que terminaría de convencerlo de la realidad y se marcha cuando Desdemona ingresa al lugar para saludar a su esposo. Otello insinúa sus sospechas a Desdemona, pero ella no acaba por entender lo que su marido le intentaba decir. Cuando él le solicita el pañuelo que una vez le había dado, ella nuevamente ruega por Cassio, conduciendo a que Otello le llamara cortesana. Desconsoladamente, Desdemona jura su inocencia, pero su marido le pide retirarse del lugar. Encolerizado por la situación, Otello desea que el cielo le hubiera hecho pagar con alguna otra aflicción, pero no está. Al oír acercarse a Cassio e Iago, el general se esconde presurosamente. El lugarteniente, ondeando el pañuelo, manipula las bromas de Cassio sobre su amante, Bianca, con ello, Otello cree que estaban bromeando acerca de Desdemona. Cassio se retira cuando las trompetas anuncian a los dignatarios de Venecia. Otello jura matar a su esposa. En el gran salón, la corte ingresa para dar la bienvenida a Ludovico, el embajador, quien presenta papeles según los cuales se requiere que Otello se traslade a Venecia y que se nombre a Cassio como gobernador. Otello pierde el control y arroja a Desdemona al suelo. Ella ruega que le perdonase por su supuesto crimen. Los cortesanos intentan consolarla, pero Otello les ordena retirarse. Mientras el gobernador cae inconsciente, Iago lo saluda irónicamente como el “León de Venecia”.
Acto IV
En su habitación, mientras Emilia la ayuda a prepararse para dormir, Desdemona canta una canción sobre una criada, Barbara, quien fue abandonada por su amante. Asustada por el viento ella da las buenas noches a su novio, dice sus oraciones y se retira. Otello se le insinúa a Desdemona y la besa tiernamente. Cuando ella se despierta, él le dice que se prepare para la muerte; a pesar de que ella declara su inocencia, él la estrangula. Emilia llama a la puerta del gobernador con la terrible noticia de que Cassio ha asesinado a Roderigo. Oyendo los gemidos de Desdemona, la criada grita por ayuda, acudiendo a su llamado Iago, Ludovico y Cassio. Cuando Emilia les dice la traición de Iago, éste apuñala a su esposa y huye de la habitación.
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